jueves, 25 de julio de 2013

RUBÍES DESCARNADOS



Al amparo de la ley de Dios; la comitiva expirante
acompaña el féretro… (un féretro viviente),
a una oquedad en la tierra, como última estación
de un alma ya desterrada, ultrajada… repudiada.


El beneplácito divino protege la escena
junto al sepulcro injusto que sonroja conciencias,
por un destino así escrito, enjuiciado y designado;
mientras un silencio insolemne, fúnebre e infame;
(digno del destierro en la huerta de lo humano)
anuncia una turbia y cruel despedida.


El resplandor del sol esquiva unos ojos desolados,
porque la tierra comienza hacerse dueña del cuerpo
antes de pertenecerle… antes de abandonarla;
porque su espíritu antes de ser celestial,
conocerá en vida el peor de los avernos;
porque no habrán lágrimas, ni besos, ni paz,
tan sólo… ramos de rubíes descarnadores.

En la jauría humana…
no hay absolución, ni ella la espera .

El desprecio paterno despierta su agonía,
prendiendo las entrañas de un acerbo dolor;
de cuyas cenizas y amargo sabor,
el akelarre concluyente, jamás podrá huir.

No hay compasión,
ni la suplica.

Su, aún, esposo, perfora la primera brecha;
brota el primer gesto de dolor, y de la sien…
la sangre que tiñe  ojos y labios;
la segunda piedra…abate algo más que su cuerpo.


No hay misericordia,
ni la mendiga.


Dedicada por Dios y certificada por el Mullah
la tercera irrumpe en su rostro angelical,
vistiéndolo de un tormento corinto, y
despojando de fe su alma (ya desvalida).


No hay clemencia,
ni la implora.


Dos miradas imberbes, buscan conformidad
antes de arrojar una cuarta y quinta,
que descuartizan la integridad maternal.
Sólo para ellos ruega un perdón… eterno.


No hay compunción
 ya ni la desea.


Estremecedora tormenta de granizos sombríos
descarga, impunemente, sobre el postrado rosal;
lacerando un tronco que, golpe a golpe,
se desflora, se desangra… empequeñece;
deshojando la esencia de esta criatura, y creando
un lecho de pétalos rojos… sobre el que yacerá.


No hay lamentos, ni el propio.


El ánima en su ascensión, contempla horrorizada
al viudo animando a un postrero manto rocoso;
indulgente con el sufrir de un cuerpo moribundo
hasta el último, y agónico, latido de su corazón.


No hay luto, duelo
o entierro…

A su Ser, tan sólo, le aguardan dos “derechos”:
la inmortalidad de ser una victima con nombre,
de entre tantas miles anónimas,
y el ser pasto de hambrientos perros,
que eludan su descomposición…



PD: Dedicado en especial a Soraya Manutchehri, y al resto de mujeres y hombres lapidados… como muestra de uno de los actos más vergonzosos del ser “humano”.


1 comentario :

  1. Tremenda pero genial.
    Me admiras petardillo.
    Miles de besos.

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