Entre café y tabaco

Un café, mejor dicho, otro café más. Otro cigarro y piensas: ¿joder, cuándo llegará el último? Se me antoja escribir, pero no sé qué, y pienso, pienso en todas esas personas que me incitan a que lo haga, a escribir, a pensar muchos dudan de que lo haya hecho alguna vez. Y pienso: ¿y qué demonios escribo?, ¿y sobre qué? En el momento en el que por mi cabeza comenzaban a pasear pensamientos y sensaciones que podía intentar expresar, me sentía desnudo delante de las personas que me conocen. Realmente, quienes escribimos somos exhibicionistas de almas, aunque tomemos prestadas algunas, o todas, la primera en desnudar es la nuestra.

Al sentarme otra vez delante del ordenador, he recordado la primera pregunta que me formularon todos aquellos que leyeron el primer capítulo, del que aún es mi primer intento de escribir un libro: ¿es autobiográfico? Puñetera pregunta. Te obligan a mentir. Tarde o temprano tenemos que mentir, por lo que además de exhibicionistas de almas, también somos mentirosos.

Después ya sabéis, una cosa lleva a la  otra, y a mi mente ha llegado aquella vez que  alguien, tras leer un relato escrito por mí, me dijo:

“Juan, la verdad es que para mí fueron momentos muy bonitos y especiales. Al leerte, claro, comprendo que los poetas debéis poner mucho énfasis en aquello que escribís, pero no sé..., es como si para ti esos momentos juntos…, parece como si hubiera sido lo más grande que hubieras podido vivir, y para mí no fueron tan…”

Sí, sí, no tengáis ninguna duda, de gilipollas se me quedó la cara. Es un peligro más que corremos los “exhibicionistas de almas” y, desde luego, podéis estar seguros de que también mentí cuando le dije que tenía razón, que tampoco había sido para tanto. La verdad es que ni tanto, ni tan calvo. Es cierto que para que nuestras letras cautiven, debemos vestir a cualquier santo, por muy ateos que seamos, aunque aquí, el que suscribe prefiera más desvestir vírgenes que tratar con santos. En fin, que la imaginación es nuestro pulmón: en él filtramos la realidad de cualquiera de nuestras experiencias, para mezclar todo con la poesía que llevamos en la sangre; esto lo trasmitimos en palabras que no dejan de ser puras fantasías, ya que creamos un ambiente en nuestro relato aunando realidades con imaginación. Jamás hubiese pensado que un escritor fuera un fantasioso y mentiroso exhibicionista de almas; muy triste, ¿verdad?

Pero lo verdaderamente triste son los manitas al uso, que como yo nos leemos una poesía de Don Miguel Hernández, y de la misma forma que aquellos que ven al “bigotes” del Bricomanía, pensamos: "Bah, esto lo hago yo con la punta de la p.luma". Y ahí que nos vamos, tal cual especialista en la materia como los que pululan en el Leroy, a una papelería, compramos la mejor libreta y pluma del mercado, sin pensar que vienen sin libros de instrucciones y, convencidos de nuestra valía como plumeros de primer nivel, nos volvemos orgullosos a casa para ponernos manos a la obra: ¡angelitos, no sabemos la que nos espera! Llegas a casa, como el que regresa del Leroy con el grifo nuevo pa  la cocina, pides tranquilidad porque necesitas concentrarte, pero aún así, toda la familia está a tu alrededor, incluso han llamado a la suegra, porque para una vez en la vida que tu mujer se puede sentir orgullosa de ti…

Total, que abres la primera página de la libreta y oye, igualito que cuando abres la caja del grifo y descubres que este viene desmontado, así reaccionas al quedarte delante de la página en blanco: ¿qué coño hago ahora con esto si no soy capaz ni de poner mi nombre? Amigos, ahora es cuando viene nuestro verdadero ingenio: de igual manera que el experto manitas fontanero dice que ha tenido mala suerte porque en la caja del grifo no viene la junta trocoidal perifloxena torácica y que sin ella no puede montar el maldito grifo, tú dices que la inspiración no te ha venido… todavía: mala suerte. Así que como  el tipo del grifo que a la mañana siguiente se queda en el bar de la esquina esperando que se vaya su mujer al trabajo y buscando al fontanero de urgencias para que te quite el marrón de encima, te ves el día de tu aniversario de boda enviando un sms al 8457 con la palabra AMPARO, esperando recibir en el móvil un poema medio decente para quedar bien y no verte esa noche durmiendo en la cesta del gato. Chapuzas…, además de fantasioso y mentiroso exhibicionista de almas, soy un chapuzas.

Eso sí, podremos ser, que se apunte el que quiera, no es obligatorio, unos chapuzas fantasiosos y mentirosos exhibidores de almas, pero lo que nadie nos puede negar es que tenemos un buen paladar para elegir momentos, sonidos, placeres, en suma: sensaciones, igual que los jardineros a la hora de crear una armonía de colores, olores y figuras en un bello jardín. Y como no podemos obviar que necesitamos que nos lean y, además, recibir el aplauso de los lectores, en resumidas cuentas, nuestro innegable ego debe verse recompensado; no voy a dejar de ser ególatra  y en lugar de presentarme como un  chapucero fantasioso y mentiroso exhibicionista de almas, de ahora en adelante, aunque mi ego no sea tan grande como para autonombrarme poeta,  si lo haré como  un jardinero de sensaciones.