¿Qué decide por ti?

Maldita sea la conciencia cuando se convierte en temor, también la coherencia, si la utilizamos para cavar nuestra tumba justo en el camino de los deseos, más aún cuando sembramos de espinas nuestras ilusiones y para regarlas usamos la sensatez. Sí, caminar puede hacerse una pesadilla si la sombra de la autoestima no nos acompaña, o convertirse en una huída hacia el abismo de la resignación, al cargar con un saco lleno de perdones sin cumplir, o lo que es peor… sin sentido.

O el sentido de supervivencia, que inunda de conformismo muchos de nuestros días, o que, lastrado de prudencia, puede ahogar, a base de responsabilidades, el verdadero sentido de todo...el de la vida.

El pánico a los fracasos es capaz de oscurecer el horizonte de esta misma noche cuando se valoran más los posibles sufrimientos que cualquier atisbo de felicidad, hasta en eso podemos equivocarnos si la experiencia del pasado se transforma en un rosario de prejuicios contra momentos quizás irrecuperables. Todo lo que nos rodea tiene un papel en nuestras vidas, como nosotros en ella...
El exceso de responsabilidad por aprendernos el guión nos impide recordar que el mejor actor siempre es aquel que improvisa, y, a veces, olvidamos que somos el protagonista principal de nuestra obra, pero con una diferencia entre la realidad y el teatro...y es que aquí, además de actuar, somos nosotros quienes debemos decidir nuestro siguiente acto.