Hace un bonito día; con frío, pero el sol brilla.
Seguramente el mar está tranquilo,
calmado, apaciguado. Los marineros lo llaman: “Las calmas de Enero”. En días
así, el cielo raso forja el azul del mar, fundiéndose ambos en el horizonte.
Desde ese horizonte,
se puede divisar como las olas avanzan poco a poco, sinuosamente, hacia su
destino. A simple vista, es difícil imaginar que la distancia que hay desde que
afloran hasta su fin, pueda llegar a cubrirse. Nacen de forma sutil,
imperceptible... inapreciable. Una vez venidas al mundo, continúan su camino
inevitablemente. Una vida marcada por un único destino. Se desviven por su
cometido, y cuando están a menos de un minuto de su pretendida orilla, el ansia
por sentir su deseado anhelo, desata en ellas una especie de irremediable
pasión, que expresan con un manantial de antojos, codicias y suspiros en forma
de "cresta de la ola"; necesitadas por yacer apaciguadamente sobre su
irremediable final: la arena.
Así, como esa ola, se sienten mis labios... que suspiran
codiciosos por su ansiado final: los tuyos.
Qué bonito, Skiper! No sabía yo que escribías tan bien. Me he topado casi de chiripa con tu blog. Pero ya no me lo pierdo
ResponderEliminarUn beso
Que forma tan especial de describir un beso...viniendo de ti no podía ser de otra forma.
ResponderEliminarGracias Marisa. Pero, si te ha sorprendido, mi forma de escribir, no lo comprendo... si no te comes una rosca en el dificilisimo desde que participo en el, jejejeje. Un beso encantadora tortugita.
ResponderEliminarVaya...vaya, la petarda mas asidua del blog,Camino... gracias.El dia que me haga famoso escribiendo,te quiero ver la primera en la firma de libros..jajajaja. Besote.