“Nunca hacer infeliz
a alguien provoca felicidad”
El sol sale cada día. O al menos eso se dice. La luna crece,
mengua, está llena o incluso se le llama “nueva” cuando se apaga por completo tras su cuarto
menguante. Pero nada de eso es cierto. El sol siempre está en el mismo lugar;
ni sale…ni se pone, son nuestros ojos los que lo pierden de vista. La misma que
nos hace creer que la luna crece, mengua, se llena o se vacía. Nada es así, tan
sólo es nuestra forma de ver las cosas. Las personas nos anclamos en nuestras
creencias y visiones, aunque seamos conscientes de que no son ciertas.
Dicen también que quien tiene luz propia incomoda al que está
en la oscuridad. Hay quien se preocupa en vivir, y quien se despreocupa de ser
feliz. A nadie le regalan la sonrisa, pero hay quien se concede la mala vida a
diario. Todo es cuestión de esfuerzos…unos por superarse y otros por seguir
revolcándose en lodo de la amargura. La vida no es fácil, pero si es muy fácil complicársela;
y complicarla a los demás. En realidad todo es mucho más sencillo de lo que
parece si la resignación la colocamos un escalón por encima del orgullo, o de
los enganches emocionales. Aprender a no ser dependientes de nada ni de nadie
nos ayuda a ser libres, a no quedar aferrados a un pasado y unas costumbres, a
no sentir dolor porque ya no recibimos lo que creemos necesitar de forma
exclusiva de nadie… y nos ayuda a superar y avanzar, porque de lo contrario el
dolor que nosotros mismos nos generamos acaba sembrando un jardín de odio y
rencor del cual haremos partícipes a todos aquellos que nos rodean; merecida o
inmerecidamente, pero al fin y al cabo “ la desdicha ajena nunca será la fuente
de nuestra paz, ni de nuestra calma”.
“Nunca hacer infeliz a alguien provoca felicidad”… eso sólo genera una
amargura que se reproduce en nuestro interior, y que se multiplica día a día
hasta convertir nuestro ser en un averno de desprecios, inquinas y odios.
La oscuridad de tus
días es un muro para tu destino y tan
solo un estorbo para aquellos a los que salpicas.
El sol sale cada día,
y el amanecer es un buen momento para cambiar de destino tus pensamientos. Y
aunque esa no sea la realidad, tal vez sea la verdad que tus ojos deberían ver
para no sufrir de ceguera emocional.
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