miércoles, 28 de diciembre de 2011

Hoy soy mejor que ayer...




Las sábanas irradian insomnio. El silencio noctámbulo se diluye con las voces de tus distintos “YO”. A uno lo mandas callar…

¡No! La conciencia puede ser tan pasajera como poco sincera la apariencia, que decides no escucharla. Hace tanto tiempo que ha sido tu voz principal, que ahora no la deseas ni en los coros. La honestidad puede ser más creíble, o más real pienso. Quizás sea el mejor juez de paz posible. Sabe escuchar tus errores…los enjuicia…pero no olvida los atenuantes que pudieron provocarlos. Al fin y al cabo nada es gratuito, ni fruto de la casualidad. Añoro cierta falta de comprensión entre voces externas que deshojaron la margarita de mi corazón. Otras, siguen ahí…a pesar de todo…a pesar de no recibir nada…a pesar de la distancia, el tiempo o los hechos, ya que ni esos grandes factores ambientales han conseguido erosionar el paisaje de comprensión y confianza con el que fue sembrado. Voces que dan credibilidad a lo que siempre creíste poder llegar a ser.

Entra un estribillo por mi mente. Comienza a pulular sin cesar, acompañado de una melodía desconocida. Dice algo así como: Hoy soy mejor que ayer, pero menos que mañana. De momento no consigo salir de esa frase, así que desconozco el resto de la letra. No sé ni el título, aunque parece ser que fue escrita por un tal: Amor propio, y esa melodía lleva los tonos de una tal: Fuente esperanza.

Pasan los minutos entre divagaciones y algún cigarro ventanero. Hacía tiempo que mis ojos no se fijaban más allá del horizonte de presente, cuando salía a fumar al rincón de los pensamientos. No sé por qué, pero nunca he podido ser feliz en un hoy, sin poder visualizar un mañana. Sí, me he sentido feliz en momentos, pero que muchas veces tenían la fecha de caducidad marcada: Justo al abrir la puerta de mi casa. Abrir esa puerta es hacerlo a esos fantasmas que todos tenemos, aunque a veces cuesta reconocer que existen. Esos fantasmas que intentan convencerte de que el Carpe Diem es la mejor filosofía de vida. De hecho creo que este lema tiene el mismo fin con el que fueron creadas las religiones: Sed pobres pero honrados, porque al final, tras vuestra muerte, encontrareis la recompensa: El cielo. Un placebo que servía como fianza al sufrir de la vida. Pena que por entonces los creyentes eran pobres de dinero…ahora, además, y lo que es peor, también lo somos de espíritu. Bueno, en esto no se salvan los ricos, económicamente hablando, tampoco.

En fin, que eso… que hoy me siento mejor que ayer, pero menos que mañana. Y me pregunto por qué. ¿Por qué ahora puedo observar el horizonte de un mañana sin ser invadido por el hormigueo de la angustia y la ansiedad? Lo cierto es que no encuentro respuesta, palpable. Aunque me resulta conocida esta experiencia. Años atrás superé otro grave problema como quien dice de la noche a la mañana. Aún, con el paso de los años, continúo sin encontrar la razón que hizo desaparecer de mi vida aquel virus, que carcomía mi presente y mi futuro. Ahora, aunque los motivos son distintos, un algo ha conseguido que cambie el horizonte de mi mirar. Algo que ha conseguido elevar las pupilas de mi esperanza mucho más allá de este anochecer. Quizás no sea el momento de buscar respuestas. Quizás lo oportuno sea cerrar un libro que lleva escribiéndose durante tres años y medio, y con el tiempo ya volveré a leerlo. Puede que entonces logre entender la moraleja de este pasaje de mi vida. Quizás, este inconformismo ante la vida, y mi mismo, que vuelvo a sentir en el latir de mi corazón, de momento, deba conformarse con no sentirse infeliz, y también con no sentirse incomprendido ante quien siempre valoró que todo tiene quien todo da. Lo demás, ya llegará… así que ha disfrutar con el sosiego del saber que mañana, aún seré mejor que hoy.

2 comentarios :

  1. Pues parece que el naúfrago va encontrando el rumbo, al menos de sí mismo. Da sosiego, realmente, saber que se puede ser mejor que ayer, ¿no crees?...Si eso está conseguido,el mañana es otro reto y, como muy bien dices, ya se verá. Lo importante es tener rumbo, hasta cuando crees que no lo tienes. Así de rara es la vida, pero es nuestra. ¡Me alegro mucho de leerte así!. Besos, y a no mirar la montaña, solo el paso que das.

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  2. Da la serenidad necesaria como para que cada mañana, al asomarme a la ventana... pueda fijarme con esperanza al nuevo amanecer, y no hacerlo en busca de lo que perseguía del ayer, como ocurría antes.

    Es curioso,aunque sé que no es flor de un día, si no del esfuerzo de mucho tiempo sembrando,pero ese jardín de la autoestima floreció de golpe de la noche a la mañana. Y sabes? lo mejor de todo es que me doy cuenta de que no he perdido en el camino nada que mereciese la pena. Besotes, Lola...y gracias, ya sabes el porqué.

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