Amar es viajar.

Amar es viajar. Es tomar un billete sin retorno al país de los sueños, la ilusión y la esperanza. Es habitar un lugar de ficción... porque nuestros deseos vuelan más allá de la realidad. Es pasear por jardines de sensaciones inolvidables, donde te olvidas del problema de pasar de ser un adulto a bucear cual Peter Pan en un paraíso de ensueño del que no quieres huir "nunca jamás".


Aunque en ese nunca jamás, nada sea igual siempre...como quizás tampoco ese viaje lo sea para "siempre".
Porque el amor debe evolucionar...debe ser fuerte y duro para que en una ventisca otoñal resista la caída de las hojas que cubren el camino ya recorrido, y que inevitablemente lleva al invierno duro y frío. Un invierno que hace invernar nuestros pensamientos y deseos. Si un amor es capaz de soportar ese duro invernar, la primavera volverá a él. Y volverán a florecer los sentimientos. Y la luz de ese amor durará más minutos cada día...como las horas de sol en el mes de Abril. Y volverá la pasión como el calor llega con el verano...Y de forma irremediable, volverá a llegar un vendaval que cubra de hojas los pasos en la senda recorrida.

El amor debe renovarse, día a día... cimentar, fraguar, ser fiel con nuestros deseos...pero también con nuestros pensamientos. Debe no defraudar a la ilusión, ni al compromiso propio. Necesita del melancólico color del otoño, del hielo invernal, del vuelo de una mariposa en primavera...y de un calor estival, que le haga sudar por los poros el deseo carnal.

Es mezclar la inocencia de la niñez con la pasión de un adulto...Es vivir en " el país de las maravillas" una "historia interminable" para un "nunca jamás" con el apetito sexual de " un tango en París".

El amor tiene una ciudad...la de la luz. ¿Que sería del amor sin París?.
Hace un tiempo que me siento Peter Pan, con un billete que me lleva a la capital de este país. ¿Alguien más se apunta?