Siempre me quedará la suave voz del mar para acallar las
voces de la última mano perdida; y es que así es la forma de mi corazón: esculpido
en el juego de la vida, donde la única mano ganadora es la que posee el As de
corazones.
Así es la forma de mi corazón… que ya no sueña con cuentos
de hadas, pero sí en las hadas que le hacen soñar con sus cuentos; y moldeado
en la figura de quien sabe que no es suficiente con sus manos para llegar allí donde
uno desea, pues la vida es una partida de poker descubierto, donde la siguiente
carta oculta es la que marca tu destino.
Así vive mi corazón…entre recuerdos que no son pasado. Que
son presente, o no, ni tan siquiera eso. Los recuerdos es lo que soy, pues es
lo único que habita en mi mente.
El tiempo ha dejado de existir en mí. Ya no creo en el
pasado, ni en el presente…ni tan siquiera en el futuro, porque incluso el
futuro acabará siendo más pasado que un presente. ¡Soy!…sin presente y sin
futuro…soy lo que la forma de mi corazón
dictamine, ya que sólo hay algo a lo que permito decidir por mí: El amor.
Y llegué a intentar lapidar mis sueños, cuando al despertar
lloraba gotas de sangre por mantenerlos vivos, pero mi corazón me obligó a
seguir jugando con tres reinas de corazones bajo la manga… hasta que consiguió
hacerme comprender que la partida no la gana quien comparte día y noches sino aquel que consigue tallar
la forma de su corazón en el refugio del alma de su amado.
Lloraré en la tristeza de no ser mejor jugador; aunque ahora,
ya, también sonría…porque la batalla perdida, sé conservarla com una guerra
ganada. Quizás nunca aprenda a ganar la mejor mano. No sé si ya la jugué. Tal
vez no sea el hombre ideal para apostar en una gran baza… pues mi juego es
siempre descubierto sin armaduras, ni máscaras, y sobre la mesa de juego es básico
esconder las cartas con las que se juega; pero la forma de mi corazón se
sentirá siempre orgullosa de quien ciegamente apostó por mí. Incluida mi alma,
que aún sin ases en la manga continúa arriesgando cada día… porque se sabe
poseedora del tesoro más codiciado sobre una mesa de juego: la forma de su corazón.
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